31 mayo 2006

Cita a ciegas (I)

Nos contábamos algún secreto de esos que jamás le contarías a nadie de tu entorno pero si a un completo desconocido que no supiera nada de tí, para el que fueras totalmente anónimo. Desconocíamos nuestras caras, nuestras voces, incluso ignorábamos nuestros nombres.

Este blog no tiene habilitada la opción de dejar comentarios, y buena parte de haber tomado esa decisión fue provocada por lo que a continuación relato en esta historia.
Dicen que las tentaciones están para caer en ellas. Si no quieres enfrentarte a ellas intenta evitarlas.

Como algunas noches, me disponía a escribir cualquier cosa para cansar algo mi vista mientras esperaba que Morfeo me llevase a dar un pequeño paseo. Fue entonces cuando me sorprendio ver el cartel de "1 comment" en el último escrito que había dejado un par de días antes. Pinché sobre el y pude leer: "escríbeme" acompañado de una dirección de correo electrónico. No ponía nada más, me resultaba intrigante, alguien empleaba su tiempo en leer ésto y encima me pedía de esa forma tan escueta que le escribiese, ¿Quién sería?, ¿Qué querría?.

Evidentemente no pude resistir la tentación y le escribí. Fue un breve correo, tampoco tenía demasiado que decir. Al día siguiente recibí respuesta, en su mensaje había un enlace y el texto "¿no te dice nada?". Al comprobar lo que había en aquella página me quede boquiabierto, no sabía si se trataba de una broma, pero había un texto prácticamente idéntico a uno mío acompañado de una fotografía. Todo hacía pensar en una broma de alguien y yo estaba dispuesto a hacerme el sorprendido hasta que, casualmente, echando un vistazo a sus artículos descubrí uno donde aparecía una fotografía exactamente igual a una que yo mismo había hecho y era imposible que esa persona hubiese visto. La curiosidad seguía creciendo.

"Acabo de quedarme de piedra", le contesté. No sabía como reaccionar, no hacia otra cosa que pensar en quien podía estar detrás de ésto. Continuamos intercambiando algunos mensajes practicamente a diario, en apenas una semana. Eran cortos pero llenos de sentido, me encantaba leerle y me sentía cómodo escribiéndo, al poco tiempo decidimos escribir una historia a medias...

Dedicába parte de la noche, hasta bien entrada la madrugada a escribir sobre el mismo relato. Cuando uno no tenía ninguna idea, aparecía el otro, aquello crecía y crecía. Las horas volaban, mis ojeras crecían día a día. Cada vez estaba más absorbido por aquello.

La historia hablaba, como no, de dos desconocidos, era nuestra historia, pura ficción, una historia que poco a poco se iría convertiendo en deseo, deseo por continuar con la siguiente línea, inquietud por saber que habría escrito.

Una mañana, nada más llegar al despacho, mientras me tomaba mi café de las ocho entré a ver si tenía novedades y vaya si las hubo, de repente me quedé prácticamente sin respiración, mi estómago se encogía, no daba crédito a lo que estaba leyendo...

No hay comentarios: