02 octubre 2006

Veranillo del membrillo



Querida Del,

Ya tenía todo dispuesto para celebrar un veranos sin amores. Tú no dabas crédito, pero estaba a punto de hacerme con el monto de nuestra particular apuesta.

Para resolver finalmente quien se hace con tan preciado botín necesitamos solventar esta cuestión puramente técnica: si conoces un amor en el veranillo de San Miguel (aka veranillo del membrillo), ¿se considera amor veraniego u otoñal?

Sea como fuere, apreciada amiga, creo que lo llevo bien y tan solo lo utilizo con fines prácticos y autodidactas. Como hemos comentado últimamente estoy falto de nuevas ideas y la audiencia no perdona eso.

Esto está convirtiéndose en algo peor que lo nuevos capítulos de Los Simpsons.

Dada la escasez de recursos que me acompañan últimamente no he querido dar un portazo a este asunto y de momento ahí ando... Creo que voy a seguir alguno de tus consejos como ducha en esta materia y también pondré en práctica alguna de las lecciones que aprendí por mis propios y tantas veces comentados errores.

Nada de desnudar la intimidad, dosificación de llamadas en tiempo y duración y por supuesto nada de planes o algo que se le parezca.

En los escasos días de vida de este experimento acerca de las emociones y tácticas manipuladoras de ellas he comprobado que ¿funciona?, en realidad que creo que aquí las dos partes estamos haciendo un estudio encubierto acerca del sexo opuesto. A ver, no me creo una periodista-traductora y estudiante de psicología en sus ratos libres pueda mostrar tanto interés por un pobre friki ingeniero informático. Vale que para llamar su atención desde el principio le dije que era escritor (según tú estimada socia, es junto a fotógrafo y reportero de guerra de las profesiones que hacen interesante a un hombre) pero cuando ya habíamos tomado juntos un par de copas y comprobó lo gracioso y simpático que podía llegar a ser y me dijo "se nota que escribes, eres muy ocurrente..." entonces, antes de que le pudiera sentar demasiado mal, le dije la verdad, o parte de ella, acerca de mis labores cotidianas en horario laboral.
También le comenté las fundadas y sanas motivaciones que me llevaron a pronunciar aquella piadosa mentirijilla. Recalcarle lo enormemente interesante que me resultaba no iba a molestarle y hacerme la víctima, como ya sabes, se me da bastante bien.

Total, que como en algún momento anterior de la conversación mientras bromeábamos me preguntó si le dedicaría aunque fuera una nota para poder presumir de que me conocía cuando llegase a ser un reconocido escritor y le había contestado que con mucho gusto antes de terminar la noche lo haría; una vez descubierto el pastel no tardó en recordar aquello y me avisó que lo que nome iba a perdonar era el no escribirle algo.

Después de tanto tiempo, amiga mía, recuperé algo de la inspiración que me tenía abandonado porque algo de lo que puse en aquella servilleta intuyo debió gustarle debido a lo que viene aconteciendo desde entonces. No desaproveché la coyuntura de la situación, firmé el singular manuscrito con mi número de teléfono.

"Aprovechas la nota para darme tu número?" - pronunció con cierto tono de reproche.
"Es mi firma, mi seudónimo, no me gusta mi nombre" - repliqué.

Omito lo que sucedió entre que cerraron aquel lugar y nos despedimos porque no recuerdo bien ni creo que sea lo interesante del asunto. El caso es que llegó esa despedida, la protagonista en cuestión es de lejos tocaba volver acasa después de pasar por tierras valencianas uno de los mejores fines de semana de su vida (esto último es mío pero ya que no cobro por esto por lo menos...) y así, cuando surgió el siempre presente y recíproco tema de "te voy a echar de menos..." le dije que así era esto, que lo importante era tener un buen recuerdo y que para qué íbamos a estropearlo. Me constestó que si entonces ya no iba a escuchar ninguna mentira más a lo que respondí que solo la última, que yo ni tenía su teléfono ni intención de volver a saber de ella.

Como la chica tiene casi tres carreras se dio cuenta rápidamente de que en esa frase habían dos afirmaciones, conocía la veracidad de la primera y la segunda era la incógnita que rondaba su cabeza. Ya podía resolver la ecuación.

Fueron las últimas palabras de aquel encuentro. Entonces se subió al taxi y yo ya no me di la vuelta... Mi sonrisa duró más de lo normal y la de ella no conseguí ver como se borraba.

Durante dos horas miré mi móvil cada cinco minutos para ver si tenía alguna llamada o mensaje nuevo. Pensaba a creer que solo para a mí aquello había sido algo fuera de lo normal.

Cuando menos me lo esperaba sonó el móvil, salí corriendo a por él y leí:

"Tu última mentira ha sido la que más me ha gustado de todas"

Contestación prácticamente instantánea:

"A mi lo que más me ha gustado ha sido leer este mensaje tuyo. Como puedes comprobar la mentira era muy gorda"

"¿De verdad no me echaste nada en la copa?. Me tienes enganchada."

La última vez que me dijeron algo así, concretamente "me tienes cautivada", al día siguiente me dieron puerta, así que imagínate la gracia que me pudo hacer aquel mensajito.

Ese día ya no hubieron más mensajes, y mira que me tuve que morder la lengua. Estaba empezando a hacer mis pinitos como estratega, por una vez conseguía frenar mis impulsos y mantener mi boca cerrada... Increible.

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