25 octubre 2006

Las palabras. Un arma mortífera

Recibía anoche una llamada de una amiga a las 3 de la mañana. Últimamente no apago el móvil para dormir, ya sabéis que ahora espero noticias a altas horas.
El sonido del movil me despertó, todavía no estoy acostumbrado al nuevo móvil retro que me ha dejado mi hermana. El viernes pasado el mío falleció ahogado en las profundidades del lavabo mientras me afeitaba (descanse en paz).

Volviendo al asunto, cogí el teléfono y vi que tenía seis llamadas perdidas todas de su número así que, preocupado, decidí devolverle la llamada. No me enteraba demasiado porque estaba adormecido pero vamos, resulta que llevaba unas semanas recibiendo cada día mensajitos de un chico a toda hora y desde hacía unos días que no tenía noticias de él. Anoche la llamó después de mucho insistir ella y le dio la temida noticia, es decir, "he vuelto con mi ex. Me gustas pero a ella la quiero. Es una relación de mucho tiempo. Lo siento".

Ella estaba hecha polvo, yo solo le pude decir lo que se comenta en estos casos: "no te preocupes mujer, ¿será por hombres?. Si ha pasado esto es que no era para tí. Lo que tienes que hacer es olvidarlo cuanto antes...".
Claro que todos estos consejos no sirven para nada, normalmente no somos dueños de nuestros pensamientos y mucho menos de los sentimientos de nadie. Quien consigue controlar sus emociones ya es bien sabido que tiene una gran ventaja sobre el resto.

Al grano, las conclusiones.

Los mensajes de texto cuestan 0,15€ + IVA. Por las palabras que utilizamos para escribirlos no tenemos que pagar ningún extra, son gratis. Existe gente que tiene la puñetera afición de adular a los demás por puro entretenimiento.
Les gusta mimar los oidos de la gente y se autocomplacen al comprobar que con cuatro palabras consigue engatusar a su indefensa víctima. Después llega un día que se cansan y justo ahí, casualmente, tienen enganchada por completo a esa pobre persona.

Es entonces cuando desaparecen, sin despedirse, sin dar ninguna explicación... y cosas como estas hacen que las personas confiadas se tornen desconfiadas, que surjan los miedos y que decaiga su autoestima vertiginosamente.
Si tan solo la gente así de poco escrupulosa se parase a pensar en el daño que puede llegar a hacer...

El caso es que anoche, cuando por fin conseguía dormir me despertó la angustiada llamada de una amiga desconsolada. Hoy las ojeras y la sobredosis de cafeína que llevo en el cuerpo se la debo, en parte, a aquel insensato...

Para los coleecionistas de palabras que estén dispuestos a no utilizarlas en perjuicio de nadie ahí va una recomendación: "La seducción de las palabras" de Alex Grijelmo. Un libro maravilloso.

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