08 diciembre 2006

El Ilusionista

"Te lo agradezco pero no
te lo agradezco mira niña pero no
yo ya logré dejarte aparte
no hago otra cosa que olvidarte".
(Alejandro Sanz)





¿Fue ella una ilusión?
Él nunca más volvió a verla.
Poco a poco su imagen se fue desvaneciendo. El tiempo siempre acepta este tipo de trabajos y lentamente se encarga de apagar la luz que da vida a los colores que conforman un recuerdo.

Él había decidido luchar contra el tiempo, sabía que tenía poco tiempo pero debía encontrar la solución, no estaba dispuesto a perder algo tan hermoso. Después de mucho caminar, buscando con insistencia en cada rincón la más mínima señal que volviera a traerle aquellas sensaciones, encontró un bonito lugar que, como no, se encontraba muy cerca del mar.

Los días soleados le gustaba visitar aquel paraje, allí encontraba la paz; la luz era la encargada de pintar lo que bien podían ser estrellas posadas sobre el agua. Esa misma luz era la responsable de luchar contra el implacable tiempo, y lo hacía desplegando toda una gama de verdes y azules tan amplia como la que alguna vez escondieron los ojos de Ella. Allí pasaba las tardes enteras, no importaba hacia donde mirase, siempre era inevitable revivir un recuerdo de Ella a pesar de ser consciente de que ya nunca volvería.

Entonces, El Ilusionista, decidía esconderse en el horizonte de aquella playa de poniente, los naranjas y amarillos se encargaban de acaparar entonces el protagonismo hasta que las estrellas que flotaban en el mar volvían a subir al firmamento, el cielo dejaba de besar el mar y los desgastados recuerdos se iban a dormir. En ese preciso momento era El Tiempo quien sacaba pecho, como siempre constante, incesante e imponente. Una vez más, ante un moribundo atardecer, conseguía alzarse victorioso.

Pasaron los años y la batalla fue ganada por el invecible e implacable Tiempo. El Ilusionista ya no llenaba en sus amaneceres, había perdido su capacidad de sorpresa, se volvía incapaz de despertar aquel repertorio de emociones.

Lo que quizás algunos nunca llegaron a comprender fue que El Ilusionista tampoco descansaba nunca y recorría los cinco continentes regalando sueños a sus seguidores. Mientras tanto, El Tiempo, rey de la ubiquidad, tenía demasiados corazones a los que curar.

Él necesitó aparte de la ayuda del tiempo, la suya propia para conseguir escapar de esa emoción y así fue como lo logró: una de las veces que creyó encontrar la mirada de Ella reflejada en el mar, nadó hasta exactamente ese lugar, utilizó sus manos a modo de cuenco y las llenó de aquel agua que tenía un color tan especial. Entonces la miró hacia sus manos y solamente podía ver sus palmas, no había ningún azul, el agua era cristalina. En ese preciso instante levantó la cabeza y miró al sol sonriendo. Acababa de entenderlo todo, durante todo ese tiempo se había dejado encandilar por el placer que le daba una ilusión; ahora volvía a ser libre. Esa tarde una nube se encargó de anular la función del Ilusionista, Él nunca más volvió a aquel lugar.

PS:
Cuenta la leyenda, que a veces en el pais de los sueños es posible vetar la entrada al tiempo. Y es entonces cuando entre imágenes en blanco y negro, El Ilusionista vuelve a mostrarnos su magia con un nuevo espectáculo. En él, los recuerdos nos llevan en su alfombra mágica por una ruta en las que los imposibles solo son pequeños obstáculos; un camino lleno de segundas oportunidades, una senda donde no caben los pasos en falso, una película donde solo al final se rompe con los suaves tonos grises, una historia que termina con el reencuentro de su mirada... Y de nuevo un despertar, otra vez esclavos del mayor dictador que nunca se conocío, El Tiempo. Y me sigo preguntando cual es su papel, si el de sanador o simplemente el de un ladrón de sueños...

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