12 junio 2006

Miguel, Lucía y los caprichos del destino (III)

La historia continuaba así...

Un hombre que no mediría más de uno sesenta, de tez morena, pelo negro azabache y nariz chata esperaba a Miguel con un cartel en el que una poco cuidada caligrafía dejaba leer: "Señor Miguel Alcaras. España".
Durante el camino hacia Tikal, Miguel pensaba en que lo había llevado hasta allá, apenas atendía a aquel hombre que no paraba de contarle mil anécdotas de su pueblo y de los demás voluntarios que habían ido en los últimos años.

Mientas tanto Lucía vivía su "luna de miel". Quizás fue en este tiempo cuando realmente empezaban a conocerse y Lucía comenzaba a sospechar que puede que hubiera cometido un error casándose de forma tan precipitada, pero de lo que estaba segura era de que amaba a aquel niño que en unos meses daría a luz. Las discusiones se sucedían a diario, Lucía se sorprendía al pensar como pudo tener esa especie de flechazo que ahora claramente había dejado de existir. En muy poco tiempo estba inmersa en una vida que no era la que quería vivir.

Los tres primeros días fueron de toma de contacto con el resto del grupo, en estas jornadas se trataba de conocer a cada voluntario a fondo para poder asignarle la tarea que mejor se ajustase a su persona. Miguel sería encargado de educar a niños de prácticamente todas las edades, enseñándoles a leer y a realizar trabajos manuales.

La vida como pareja de Lucía era un auténtico desastre, la impasibilidad y la indiferencia de Pablo la preocupaban profundamente, pronto ella tendría que dejar de trabajar debido a su avanzado estado de gestación y él seguía pensando que algún día le llovería una oferta de trabajo millonaria a la que esperaba pacientemente tumbado en el sofá. La situación se volvía insostenible.

Al mismo tiempo, muy lejos de allí, las miradas de los niños, sus abrazos y sus sonrisas eran la mejor recompensa que podía tener Miguel por su trabajo, cada día se sentía más cómodo allí. Poco a poco olvidaba su vida anterior, la idea de volver a Madrid se iba desvaneciendo. Solo echaba de menos a su hermana a la que llamaba de vez en cuando y a Lucía, de la que nada más sabía. Sin embargo, su díario se lo dedicaba a ella, y a ella se dirigía cada día contando sus nuevas vivencias. Cuando todo su pasado estaba tan lejos, escribir ésto era de una gran ayuda para él. En alguna ocasión intentó dejar de escribir como si ella lo estuviese leyendo, no le encontraba ningún sentido a hacer ésto, pero al mismo tiempo sentía que no hacía daño a nadie salvo, quizás, a si mismo.

Una mañana cuando Lucía regresaba a casa, encontró una nota:
"Lucía, lo siento, la situación me desborda. Todo ha sucedido muy rápido. No quiero seguir con esto. He conocido a alguien, jamás será como tú pero necesito salir de alguna forma. Sé que no soy valiente y ojalá puedas perdonarme. Espero que tengas mucha suerte. De verdad, lo siento. Pablo"
No podía creerlo, Lucía se quedó sentada en la cama con la mirada perdida durante más de una hora. Pasado ese tiempo, cerró los ojos y sonrió. Efectivamente todo había sucedido muy rápido, había tomado una decisión equivocada simplemente por contentar a los suyos. Acaba de perder a lo que para ella solo estaba siendo un lastre. Solo podía pensar en su hijo...
(debe continuar...)

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